Después de cruzar la frontera rusa todavía nos quedaban 8 horas de viaje. El paisaje era increíble. Llanuras por todas partes y de vez en cuando se podía ver alguna ger en medio de la nada. Todo estaba nevado y seguía haciendo bastante frío. La carretera dejaba bastante que desear, había veces que daba la sensación de ir en una montaña rusa.
Al llegar a la estación la gente del hostel nos estaban esperando para recogerme, aunque al final convencí a los franceses y se vinieron conmigo al hostel.
Nada más llegar conocimos a Sam y Joe, un par de australianos (par variar) que estaban viajando, en el sentido contrario que nosotros, pues acababan de llegar de China.
A la mañana siguiente después de recuperar el sueño atrasado, me puse a investigar sobre que lugares podía visitar y cual era la mejor manera de desplazarse. Partamos de la base de que Mongolia a penas menos de 3 millones de habitantes de los cuales la mitad viven en Ulan Bator, así que al no haber ciudades en el resto del país tampoco hay luchas infraestructuras. La distancias entre los lugares que quería visitar eran enormes, había tramos de más de 24 horas. Además la única manera de desplazarse era en autobús, pero siempre había que volver a la capital para ir a otro destino, le resto de provincias y pueblos no estaban comunicados entre sí. La única opción viable era alquilar un coche así que los franceses y yo nos pusimos de acuerdo sobre los lugares que queríamos visitar y trazamos una ruta.
Más malas noticias, en Mongolia la única manera de alquilar un coche es con conductor, cosa que nos parecía nada lógico (después descubriríamos porque hacia falta el conductor).
Después de darle mil vueltas a todas las posibilidades negociamos con el albergue (que también organizaba viajes) la ruta y el precio y redujimos gastos al mínimo. La gran ventaja es que los dueños del albergue tienen unos amigos nómadas y hablamos con ellos para poder quedarnos unos cuantos días con ellos. Esto hice que mis planes cambiasen totalmente, mi idea inicial era ir hasta Khovd y cruzar la frontera con China para llegar hasta Urumqi, de ahí ir a Pakistán y a India. Cruzar a China por esa frontera era bastante complicado porque eran la ruta implicaba más de 12 horas de montañas nevadas, y para complicar más las cosas la frontera entre China y Pakistán está cerrada. Así qué tendría que buscar otra manera de entrar en India. Los Francesca me propusieron ir a Tíbet con ellos, acepté, pero nuestras solicitudes para poder acceder a la provincia fueron rechazadas.
El día antes de partir de viaje por Mongolia tuvimos que ir a comprar provisiones para las dos semanas que íbamos a pasar deambulando por ahí. Ulan Bator es la única ciudad grande del país así que ahí es todo más barato y habría muchos días que no pasaríamos por pueblos… Sobre todo los días que íbamos a pasar con la familia nómada.
A la mañana siguiente llegó nuestro transporte, una furgoneta militar rusa. Cómoda, lo que se dice cómoda no era, pero las utilizan por las pueden desmontar totalmente y arreglarlas con cualquier cosa en caso de avería. Nuestro conductor de llamaba Yagá… o algo por el estilo. Y no hablaba inglés, sólo sabía decir «How are you?» y «Good, good, good» y con eso nos apañamos. A veces le preguntaba cuanto tiempo de viaje nos faltaba y me contestaba los kilómetros (precisamente en Mongolia no son una buena referencia) y si le preguntaba cuantos kilómetros faltaban me contestaba las horas, más que contestar introducía el número en una calculadora y me lo enseñaba.
De camino nuestro primer destino paramos a comer en la carretera, por suerte ya nos habíamos aprendido el nombre de algunos platos así que podíamos escoger sin demasiado miedo, y en caso de duda miras al camarero y haces el sonido del animal que quieres comer. Al lado del restaurante/tienda/hostal/taller/detodounpoco vendían pieles de animales. Había pilas y pilas de pieles de oveja, caballo, cabra y yak, pero lo que más nos sorprendió fue ver las pieles de lobo. Todavía tenían unos cuantos sin despellejar, al parecer según detectan que hay lobos en la zona la gente se agrupa y salen a cazarlos para evitar que maten al ganado, lo que también explica porque hay tantos perros.
Unas tres horas después de comer llegamos a nuestro destino, estábamos en el Semi-Gobi. El paisaje era espectacular además la fauna del lugar se mostró ante nosotros y pudimos ver águilas, buitres (jodidamente gigantes) y una manada de gacelas.
Nuestros anfitriones eran una pareja octogenaria que se dedicaban a la ganadería. Tenían vacas, ovejas, cabras, cabellos y camellos. Después del riguroso té de bienvenida nos cambiamos la ropa y nos vestimos con las típicas batas mongolas. No pudimos resistirnos a dar una vuelta en camello, y la verdad es que es mucho más cómodo de lo que parece. Volvimos a la ger para preparar la cena y jugar con tabas, fue bastante gracioso, y nos sirvió para aprendernos los números en mongol…o por lo menos hasta el cuatro jajaja. Y sin darnos cuenta a las nueve estamos en la cama y con las luces apagadas… la vida en el semi-desierto empieza temprano.
Isaac Mar del Plata dice
¡Qué lindO todo cuanto escribís sobre Mongolia! Vos sos un aventurero bárbaro.
Cunachi dice
La vida te regala cada momen
to que jamas se borrara de tu mente…sigue tu camino no mires atras y disfruta…
li li dice
Hola Lois, que tal estos dias en Chengdu? Yo deseo que estes muy bien.
Alfonso Castelao Simón dice
Qué aventurón, jajajaja. No te imagino haciendo Beeeeeeee mirando con dulzura al camarero, jajajaja. Estoy descubriendo cosas muy interesantes con tus relatos, ahora, unas fotitos con la bata no habrían estado mal 😉