Más tarde subiré otras entradas tituladas «Diario sobre railes» en las que escribiré literalmente lo escribía en mi cuaderno cuando iba en el tren, probablemente muchas cosas no tengan sentido, pero es lo que hay.
Kazan no está en la ruta del Transiberiano, y la razón por la que escogí ir a Kazan es bastante aleatoria. Un día cuando estaba tocando la gaita en Lyon, vi pasar a un equipo de algún tipo de deporte con sudaderas de Kazan y me dije: «creo que voy a ir ahí» y ya está.
En Kazan me acogía una joven pareja de rusos que se habían casado hace un año. Por su perfil parecían muy agradables, la única pega… a penas hablaban inglés. Nada más saludarnos en la estación lo primero que le dije es que no hablaba ruso, que solo sabía un poco a lo que ella me contestó lo mismo sobre el inglés y nos echamos a reír. De camino a la casa intentamos hablar lo máximo posible de manera muy básica, sólo con palabras sueltas y gestos. El gran momento fue cuando ella sacó la tablet con un traductor lo cual nos ayudó un poco, pero muy poco.
En la casa había otro couchsurfer ruso que si que hablaba inglés lo cual era un alivio. Se llamaba Vito, era de una zona al norte de Kazan y hablaba inglés muy bien así que pasó a ser el traductor oficial de la casa. Después de comer salimos a dar una vuelta por la ciudad. Angelina nos hacía de guía, más bien hacía de guía a Vito y el traducía lo que le daba la gana. Durante la visita fuimos a un «museo» bastante particular, era un local que estaba lleno de ropa y objetos de todo el periodo soviético y podías utilizarlos, tocarlos instrumentos, usar los juguetes, disfrazarte, fue bastante cómico, en la galería podéis ver las fotos de las pintas con las que acabamos.
La visita la acabamos visitando el Kremlim de Kazan, en el que hay una mezquita preciosa y enorme. Kazan es una de las pocas regiones de Rusia en las domina la cultura musulmana, de hecho tienen su propio idioma que se parece bastante al turco.
Nada más salir del Kremlim empezó a nevar un poco, pero a medida que nos acercábamos a la parada del autobús empezaba a nevar más y más, tanto que incluso pudimos hacer un muñeco de nieve y pelearnos a bolazos de nieve como un par de críos.
Al volver a casa, invadí la cocina, y para variar eran vegetarianos. Así que me las apañé con lo que había para hacer una pasta, y por si alguien lo duda, se lo comieron todo.
El día siguiente Vito y yo nos quedamos con el dominio de la casa así que dormimos bastante y después preparé algo de comer, un chile con carne (sin carne) y le llevamos un tupper lleno al trabajo de Alex. Después nos dedicamos a andar un rato por la ciudad y visitar las partes que no habíamos visto. Más tarde hicimos una parada técnica en el supermercado para aprovisionarme para mi viaje (me esperaban 40 horas de tren). Ya de paso compramos lo necesario para un risotto (esta sería la última comida elabora que probaría en bastante tiempo).
Al llegar a casa cenamos y nos dedicamos a hacer un poco el idiota con la guitarra, gaita e instrumentos varios, ellos tocaban la guitarra y cantaban Vito tocaba de todo un poco así que nos lo pasamos bastante bien.
La estancia fue bastante corta pero completa.
Ya era hora, había amanecido y me tocaba tomar mi siguiente tren, el que me llevaría a la capital de mi tan deseada Siberia.
Segundo tren: Kazan-Novosibirsk: 40 horas
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