En Irkutsk había quedado con una amiga de Anna (la que me rescató del albergue en Moscú). Se llamaba Daria, Dasha para los amigos, y me vino a buscar en coche a la estación, cosa que aprecié muchísimo. Ya habíamos hablado algo por internet y por SMS, en una de nuestras conversaciones me había comentado que ella iba a hacer senderismo el día que yo llegaba pero que me podía apuntar. Nada mas llegar a su casa me enseñó las fotos del lugar al que iba a ir y en el que iba a dormir y no me pude negar, dije si (incluso demasiado rápido). Aligeré la mochila y me equipé para el frío…o eso pensaba yo. (Partamos de la base de que mis zapatillas tienen un par de rajas a los lados por las que se cuela el agua desde hace más de dos meses).
un amigo suyo vino a buscarnos en un jeep, transporte esencial para poder llegar a donde íbamos. Después de una hora y media de asombrosa conducción sobre la nieve a través de la montaña, aparcamos y empezamos la ruta. La cabaña a la que íbamos no estaba muy lejos, anduvimos durante casi dos horas. Al sendero estaba totalmente ocultado por la nieve, cuando empezamos a caminar la nieve apenas me cubría las zapatillas (momento en el que me acordé de que mis zapatillas estaban rotas), pero según avanzábamos el nivel de nieve se incrementaba y durante la mayor parte del camino nos llegaba hasta las rodillas.
Llegamos a la cabaña, sobra decir que no había ni agua corriente (estaría congelada) ni electricidad, así que la primera misión era cortar leña para poder encender la estufa y hacer el fuego para cocinar la cena. Yo nada más llegar me cambié las camisetas, estaban sudadas y no quería coger frío así que me puse otro par y el chubasquero (la chaqueta también estaba sudada). Y, señoras y señores, ese fue el momento, ese fue el momento en el qué Yo tuve frío. No un poquito, frío. Cuando empecé a notar que refrescaba (antes de que anocheciese había unos -16ºC) fui a buscar las otras camisetas para ponérmelas, me daba igual que estuviesen sudadas. Descolgué las camisetas del perchero y se quedaron con la misma forma…estaban congeladas. Al poco tiempo el frío se me pasó, logré entrar en calor al lado del fuego y tras colocar las camisetas al lado del mismo logré que secasen y me las pude volver a poner.
La cena fue bastante básica, Dasha cocinó un arroz caldos o de sobre con carne en lata. Me supo a gloria, ese cuenco de comida caliente y una sopa (tambien de sobre) me devolvieron la vida.
Al acabar de cenar nos fuimos a la sauna que era otra cabaña que estaba justo al lado. El colega de Dasha la había preparado mientras nosotros le echábamos un ojo a la cena mientras se cocinaba. Hacía calor, mucho, el termómetro marcaba 75ºC, toma contraste. Pero al amigo de Dasha (a partir de ahora le llamaremos Sr. Dimitri porque no me acuerdo de su nombre) le gustaba el calor así que el simpático no paraba de añadir agua. Algo a detallar sobre la sauna rusa es que dentro de la sala hay una empiece de ramas de distintos arboles y se supone que te tienes que flagelar todo el cuerpo con las ramitas. Me empecé a marear por el calor así que tuve que salir, el Sr. Dimitri me indicó que le siguiese…fuera de la cabaña donde me explicó que tenía que llenar un cubo con agua del río y echármelo por encima (lo estoy escribiendo y me está dando la risa). Como diría cualquier participante de programa cutre de televisión «yo he venido a jugar», así que procedí a echarme el cubo de agua fría por encima mientras gritaba como un poseso, tampoco ayudó que el Sr. Dimitri me empezase a acribillar con bolas de nieve. Repetí el proceso sauna, cubo de agua fría y reposo un par de veces más. Después una taza de té y al saco de dormir.
El desayuno de la mañana siguiente fue potente, un cuenco de pelmini, para coger fuerza y hacer la ruta de vuelta. De regreso al coche pasamos por un trozo de camino en el que la nieve nos llegaba hasta la cintura, la gran ventaja de esa mañana es que hacía menos frío que el día anterior así que era casi agradable. Al llegar a casa estaba reventado así que no hice nada más.
El día siguiente lo dediqué a visitar un pueblo a la orilla del Lago Baikal, Lyvtsvianka. Dasha me acercó hasta la estación de autobuses en coche. Eran las 7.30 del mañana y nada más salir del auto me dí cuenta de que no me había puesto las dos camisetas reglamentarias y que además se me había olvidado también el pantalón interior. Para más Inri me llevé un par de golpes en la calle resbalando con el hielo. Pensé en volver a casa y equiparme correctamente pero dedicí no hacerlo, me monté en el autobús y tras una hora y media de carreteras congeladas y precioso paisajes llegamos a nuestro destino. Con la primera respiración se me congelaron los pelos de la nariz. Puede que no hubiese mucha diferencia de tempera entre Irkutsk y Lyvtsvianka pero si en la humedad. Estuve paseando por el pueblo un buen rato, no es muy grande. Decidí bajar a la pequeña playa que había y más que bajar, resbalé de culo sobre unos cuantos escalones cubiertos de nieve. El lago es muy grande, no se llega a ver el otro lado del orilla y el pueblo tenía un puerto con barcos que no tenía que nada que envidiar a muchos pequeños puertos de mar.
A la vuelta, arreglé todas mis cosas y me preparé tomar mi siguiente tren nocturno de camino a Ulan Ude desde donde cogería el autobús dirección Ulan Bator. Dasha me acercó a una estación de cercanías para poder llegar a la estación de tren y esperar durante un par de horas a que llegase mi tren. Tras nueve horas de viaje llegué a Ulan Ude a las 6 de la mañana. No tenía mapa de la ciudad no tampoco la más mínima idea de como llegar al autobús que me llevaría a Mongolia así que me puse a preguntar y nadie sabía donde era. Le pregunté un taxista y me dijo que me llevaba allí por 700 rublos…me reí en su cara. Me giré e inmediatamente bajo a 500 rublos, le dije en ruso que eso era muy caro. Al hombre le debió hacer gracia porque volvió a bajar a 300, contraoferté con 200 y aceptó. Fueron unos 10 minutos de coche así que tampoco estaba mal el precio, y además me dejó en la puerta del autobús.
En el autobús conocí a Marie y a François quienes más tarde se convertirían en mis compañeros de viaje por Mongolia. La jornada de autobús fue larga. Dormí durante la primera parte aunque hacía mucho frío dentro, no había calefacción. Para que os hagáis una idea los cristales se congelaban por dentro del autobús.
Después de 4 horas llegamos a la frontera, nada más cruzar hicimos una pequeña parada técnica para comer y después retomar la marcha hacía Ulan Bator, a donde llegamos 8 horas después.
Cuarto tren: Irkutsk-Ulan Ude: 9 horas
Autobús: Ulan Ude-Ulan Bator: 12 horas
Marcela Dietz dice
Hola Pichy, he vuelto a tu aventura!!! L a verdad que hechaba de menos tus bellos relatos. Cuidate mucho y sigue disfrutando. Un abrazo de Marcela y Víctor
Rafa dice
Porque no somos como tu blog, nosotros si que vamos al dia. Feliz cumpleaños y http://www.youtube.com/watch?v=xI4M2X1DwP4&feature=youtu.be
Disfruta!!
Cunachi dice
Esperado , fantastico relato, solo leer senti frio, y mira que tu aguantas..Me inmagino tu cara y tu culo por suelos…. menudas ostias … Y las botas las cambiaste ya?¿?¿
Alfonso Castelao Simón dice
Vale, prometo no quejarme del frío de aquí en lo que queda de mes. Qué aventurón macho, Genial! y como siempre, muy bien contado, es un placer leerlo. Cuídate mucho. Un abrazo.