Este sería el último día que pasaríamos en la que ya considerábamos nuestra furgoneta rusa. Pero antes de retomar la ruta a nuestro último destino le dedicamos una visita a un templo budista del siglo XII que había en el pueblo donde habíamos dormido.
Tras tres horas de ruta hicimos una parada para comer y aprovisionarnos para los próximos 10 días, ya que los pasaríamos en el medio de la nada con una familia nómada. Hicimos las compras necesarias (de la poca variedad de productos que había en la tienda del pueblo, la misma que puede tener una pequeña tienda de barrio) y nos enfrentamos a las dos últimas horas de viaje. Enfrentarse me parece la palabra más adecuada porque para variar no había carretera, ni siquiera un camino por el que se viera que antes han pasado coches.
La familia vivía en medio de un parque natural, el Orkhom Valley. Era precioso, llanuras, montañas, lagos y ríos (ambos congelados). Había caballos, yaks, cabras y ovejas por todas partes. En valle esta poblado pero las ger están bastante separadas.
Finalmente llegamos a la que sería nuestra casa durante 10 días. Estábamos en un valle, justo al lado de un río congelado. La familia tenía una ger para nosotros tres y estaba equipada con: una lujosa bombilla de bajo consumo conectada a una batería de coche que almacenaba la energía de un panel solar que teníamos fuera, cocina/estufa de leña y un bidón de unos 30 litros de agua.
Justo detrás de las gers, estaban el rebaño de cabras y ovejas, y los yaks. Los caballos los tenían al otro lado de la montaña porque había más pasto.
La recepción fue muy agradable (acompañada de su reglamentario té con leche de yak). Era una familia bastante grande, el matrimonio principal, con dos hijos (21 y 26) ambos casados y con un hijo. Del único nombre que me acuerdo era el de Dash, el hijo mayor que chapurreaba algo (muy, my poco) de inglés y básicamente era el que se iba a encargar de nosotros por razones obvias.
Poco antes de la hora de la cena la señora vino a nuestra ger a traernos algo de carne para que cocinásemos, nos trajo un par de cotillas de yak!!! (Para mi es lo equivalente que si a un niño pequeño le dan un caramelo). Acepté el reto.
A la mañana siguiente, dado que no teníamos que viajar dejamos que se nos pegasen un poco las sabanas. Fue una mañana relajada, organizamos nuestras provisiones y nos dimos una pequeña vuelta para familiarizarnos con el entorno. Después de comer nos despedimos de Yagá que ya se volvía a Ulan Bator, y la vez que lo hacíamos nos estábamos montando en caballo para ir a dar una vuelta y ver la famosa cascada de Orkhom. Nunca había montado a caballo, la verdad es que el animal me daba un poco de pena… tenía que cargar conmigo que no soy un peso precisamente ligero. Estuvo bastante entretenido hasta en empezamos a trotar y en interior de mis pantalones se hizo una tortilla, pero mereció la pena. Al llegar a la cascada estaba congelada, era impresionante, todo nevado, el lago y la cascada congelados impresionaba bastante.
Al día siguiente François partió cinco días a caballo con Dash para visitar otros lagos y recorrerse el valle. Marie y yo, por otra parte no estábamos preparados ni nos veíamos con ánimos de pasarnos cinco días a caballo.
Durante el resto de los días que estuvimos con la familia nos adaptamos a los horarios y las tareas. Eso implicaba que nada más despertarnos por la mañana había que soltar las cabras y dar de comer a los cabritos a parte. Yo me encargaba de pelearme con cornudo padre para que no se zampase la comida de los cabritos así que me tocaba agarrarlo por los cuernos. La siguiente tarea era la misma pero con los yaks, primero se ordeñaban y se alimentaba a las crías de yak y después los soltábamos para se pasasen el día pastando por ahí. La última tarea con lo animales era la más importante, limpiar sus congeladas excreciones del día anterior. Para ello tenían un artilugio bastante particular. Se trataba de la chapa de un capó de coche al que tenían atada una cuerda, eso hacía de recogedor así que os podéis imaginar la cantidad de mierda que se recogía al día (normalmente se hacían 4-5 viajes cargaditos).
Otra de las tareas a realizar era ir a por agua. Todo estaba congelado así que lo que había que hacer era irse con un saco y un hacha al río y cortar trozos grandes. Estos se llevaban a la ger, hervían, colaban y de vuelta al bidón. Por último, otra de las cosas que había que hacer era cortar leña, la estufa estaba encendida 24/7 creedme, no hacía calor.
Más detalles de la vida nómada: el campo era nuestro baño (no había que tirar de la cadena, normalmente venía el perro detrás y después se lo comía), las duchas eran manuales (te mojabas la mano, te restregabas un poco y te secabas).
Sin darnos cuenta os días pasaron fugazmente y de repente nos encontramos de vuelta en el pueblo para tomar un autobús de vuelta a Ulan Bator. El «autobús» era una furgoneta de 11 plazas y el viaje duraba 6 horas. Acabamos siendo 16 personas más varios bultos de mercancía, llevábamos hasta una ger en el techo y el viaje duró 9 horas, durante las cuales en varias ocasiones deseé la muerte. Dos de lo tipos que iban en los asientos de atrás se pusieron a darle al vodka nada más montarse, nos pilló un tormenta de arena, de todo… un viaje para la posteridad, ahora entiendo porque la señora del albergue no nos recomendaba viajar en autobús.
Llegamos un día antes del fin de año, pero tampoco fue nada del otro mundo, fue un día más. Tras un día más de adaptación a la cómoda vida desarrollada me monté en un tren con destino Beijing. La gran China me esperaba.
Tren: Ulan Bator-Beijing: 32 horas
Li Li dice
Donde estas ahora? Has volvido a Espanya? Espero que actualices tu blog. Hace mucho calor aqui en Pekin, muchismo calor!
Miguel Angel dice
Me encanta la historia Pichy, te envidio un poquito. Espero que no decaiga tu ánimo y continues desarrollando tu historia
Cunachi dice
La gran persona que eres, tu inmenso corazón hacen que todo vaya rodado…. la suerte te acompaña las buenas personas te rodean…. eres un afortunado