Partamos de la base de que Cracovia y Bratislava están mal comunicadas entre si. Es tuve investigando durante un buen tiempo a ver cual era la manera más barata de desplazarse entre estos dos puntos. Obviamente la mas cómoda no era la más barata, así que tendría que coger un autobús hasta Brno (Republica Checa) y de ahí montarme en otro autobús hasta Cracovia. El trayecto hasta Brno no tuvo ninguna complicación, llegué a la estación compré el billete y a rodar. Lo «gracioso» sucedió al llegar a Brno. Intenté comprar el billete con tarjeta de crédito, pero no aceptaban tarjetas en la estación…viva la tecnología. Así que fui a un cajero a sacar Coronas Checas (yey! divisas!!!), no me dejó sacar dinero. Lo intenté un par de veces más en ese cajero, pero como se empeñaba en no funcionar me fui a un pequeño centro comercial que había en frente y probé en dos cajeros distintos, seguía sin funcionar y yo no tenía efectivo encima, genial. Comprobé mi PIN de la tarjeta online y resulta que había recibido un mail de Visa hace un par de meses diciéndome que por causas de seguridad me cambiaban el PIN, así que todo el rato lo había estado haciendo mal…aunque yo juraría haber utilizado la tarjeta con otro PIN. Intenté sacar dinero con el PIN correcto y nada. A estas alturas ya había perdido una de las conexiones de autobús. Después de 15 minutos al teléfono con ING logré solucionarlo. Comí algo, volví a la estación y cogí el siguiente autobús lo que significa que llegué a Cracovia sobre las 20.
Al llegar a la estación tras preguntar unas cuantas veces logré que alguien me indicase donde estaba el autobús que tenía que coer para llegar a la casa del couchsurfer que me acogía. Nos encontramos sin problema. Se llama Marcin (que es la versión polaca de Martín) y trabaja en como soporte de IT en una empresa, sobretodo haciendo turnos nocturnos, así que en gran parte le pagan por dormir, no está mal. Para cenar cocinó un tajin que estaba bastante rico, el secreto era una mezcla de especias que se había traído de Georgia en su último viaje. Al acabar salimos a dar una vuelta para que me explicase como llegar hasta el centro y de paso tomar algo con un par de amigos suyos. Por lo poco que pude ver de noche, la ciudad tenía muy buena pinta. Respecto a sus amigos, unos personajes… uno de ellos era clavado al compañero de piso de Hugh Grant en Nothing Hill.
A la mañana siguiente salí a ver la ciudad. Lo primero, cambiar las malditas coronas checas por zloty. Característica número uno de Cracovia, hay una iglesia cada 50 metros, no exagero, creo que hasta me quedo corto. Una osa que me llamó la atención es que en la iglesia de la plaza principal a cada hora en punto en lugar de sonar las campanas un trompetista toca unas notas en cada una de las cuatro caras del campanario, curioso. A continuación me dirigí al castillo, allí me encontré con otra sorpresa. Había mucha gente vistiendo lo que parecía un traje regional. Estaban visitando el castillo y la catedral. Más tarden me explicaron que así es como se viste la gente que vive en los pequeños pueblos de las montañas cuando bajan a las ciudades. Dada la monumental cola que había para la catedral y el castillo pasé de verlos, además estaba empezando a llover. Bajando del astillo me encontré con un tour gratuito en español así que me acoplé. Casualmente era la última parada del tour.. justo en al que explicaron la leyenda de dragón de Cracovia. Uno se espera que en un leyenda épica al dragón lo maten cortándole la cabeza con una espada, utilizando magia, es decir, de manera contundente. Pues no, este dragón era una marica, se comió una oveja que previamente un paisano la había llenado de azufre, cuando se la comió al dragón le entró tanta sed que se puso a beber agua del río hasta que explotó…en fin.
Ya era la hora de comer así que me fui al barrio judío que es en que ahora están los mejor sitios para salir por la noche y para picar algo. Allí probé un Zapiekanke que viene a ser una tosta de tamaño monstruoso con una mezcla extraña pero rica de hierbas y setas, queso y los ingredientes que tu elijas.
A este punto y estaba lloviendo de manera más que considerable y yo de inteligente no me había llevado el chubasquero. Cuando acabé de comer me recorrí el barrio todo lo que pude sin acabar completamente empapado. Entre otros visité una pequeña sinagoga en la que me tuve que poner un kipa ,lo cual si tienes pelo algo largo y rizado es bastante difícil, y un cementerio. Después de visitar eso a pesar de ser temprano volví a la casa porque lo de no mojarse fue un fracaso estrepitoso.
A la mañana siguiente tocaba lo duro, Auschwitz. En el autobús conocí a unos españoles, fácilmente reconocibles porque siempre son los más ruidosos. Me tocó ir todo el rato de pié en el minibús (una hora y media). Al bajarnos del bus paso algo bastante curioso, una chica me acuso de haberle robado un dinero que llevaba en el bolso…se había equivocado y lo tenía en su bolsillo, después de eso ella no sabía como pedir disculpas pero como ella y su novio eran majos me uní a ellos jajajaja. Jackie y Roger son de Australia y ya llevaban viajando 9 meses con un billete RTW. Su próximo destino era India donde pasarían 4 meses así que lo más probable es que me los encuentre por allí y más adelante en Australia ya que me invitaron a su casa.
Sobre Auschwitz se podrían decir muchísimas cosas, pero aún después de haberlo visto sigo sin entender como una persona puede albergar tanto odio como para matar a tantos millones de personas. Para mi el momento más duro que cuanto entramos en una sala en la que había objetos de la gente que mataron. Cinco toneladas de pelo de mujer no es algo agradable de ver y menos cuando se sabe que todo ese pelo pertenecía a gente que mataron. Allí todo estaba organizado para matar, era una fábrica de muerte.
A la vuelta de Auschwitz, los tres fuimos a tomar algo juntos, como ellos no había probado los Zapiekanki les iba a llevar a que los probasen. Estando en el tranvía Jackie le preguntó a un chaval como llegar al barrio judío y casualmente el también iba hacía allí. El chico en cuestión también se llamaba Marcin, tenía 17 años y entre él y yo intentamos explicarle lo que iba a comer. Marcin era muy majo, se acabo ofreciendo a llevarnos a comer el mejor Zapiekanki del Cracovia. Le invitamos a cenar con nosotros y a tomar algo con nosotros después de cenar. No sé si era el mejor de la ciudad pero estaba muy bueno. No nos quedamos hasta mu tarde porque yo tenía que volver a casa antes de que Marcin se fuese a trabajar.
Próximamente en Diario de una Gaita Errante.
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