Me sorprendí cuando Pichy (Lois) me dijo que por fin lograría hacer mi sueño realidad.
Tras un repentino cambio de planes, me dijo que no se quedaría en España el tiempo que tenía en mente y que como tenía ahorros nos íbamos de viaje a la India. No podia decir que no, y hasta el último momento no me creí. A medida que pasaban los días y la hora de partir se avecinaba, mis nervios y emociones afloraban, he de deciros que lloré a escondidas. A día de hoy aún sigo emocionada. De hecho, hoy mismo he omitido mis comentarios por que si no lo hacía iba llorar.
Mi sueño se hace realidad cuando aterrizo en Delhi. Un aeropuerto moderno hasta la puerta de salidas. Un poquito más allá de la salida cogimos el metro que nos llevaría al centro de Delhi. Un metro también muy moderno y limpio. Esta mágica palabra desaparecerá de mi vocabulario para describir Delhi.
Nos hospedamos en un hotel ,según mi aventurero hijo que estaba bien calidad-precio unas 500 rupias que son aproximadamente 6.70€ por la habitación. La cama, bien, la verdad. Un gran ventilador, una tv de plasma super grande con respecto a la habitación y buen un baño. Como es casi normal en este país el tema de limpieza mínima deja mucho que decir, pero aún así yo estaba igualmente feliz. Dormí 13 horitas.
Dimos un gran paseo entre callejuelas de ese inmenso zoco, bazar, mercadillo o rastro . La verdad como dicen los andaluces “no faltaba de na’ ”. Me quedé prendada de los cables de electricidad, eran marañas aéreas. Sentía una pequeña incomodidad al respirar por la cantidad polvo, contaminación y tierra. Siguiendo rigurosamente las recomendaciones de las guías de viaje, no pude resistirme a probar un zumito de mandarinas verdes. Las metían peladas en un molinillo parecido al del café pero las empujaban con mazo como el del mortero. El señor me preguntó que si quería hielo y titubeé, pero nada, de perdidos al río, “yes please”. Con sus manitas cogió un puñado de hielo para mi zumito eso si, bien presentado en vaso desechable y con pajita. Que rico estaba! Ya llevo tres con el mismo proceso! Lo que no mata engorda.
Conocéis de sobra a Pichy, pues seguimos callejeando y en el sitio más cutre que había, ahí compramos unas somosas. Son una especie de sobre en forma triangular de harina de garbanzo, relleno de vegetales. Pues os diré que están riquísimas, aunque la verdad me retiré para no detallar el sitio y su higiene. Ojos que no ven, corazón que no siente. Pichy dijo: “Mamá no mires al suelo y si oyes ruido menos”, pero los ojos se me iban. Él se compró un pantalón donde el señor de la tienda tenía dos jaulitas que pensé que serían para conejitos pero en realidad eran para cazar ratas.
Caminando seguimos hasta un templo sikh o gurudwara. Espectacular y más aún cuando nos abordo un sikh de nombre Pali ,que nos hizo de guía gratuitamente muy orgulloso de su religión. Seguimos todos sus pasos para ingresar al templo, quedamos en vernos fuera de nuevo. Pedí a Pichy sentarnos un rato para disfrutar de sus cantos y observar familias, mujeres hombres y niños orando. El interior de este templo, su cúpula y parte del exterior están cubierto por 200kg de Oro. Tallas en mármol, madera, etc. fueron realizadas por voluntarios. Además de construir el templo, la gran mayoría de la gente que ayuda y trabaja en este templo, lo hace de manera voluntaria. A nuestra salida, Pali nos llevó al interior de la cocina y nos contó que diariamente se sirve comida a 30.000 personas. Gratis, sea cual sea su religión ,raza o país de procedencia. Todo el mundo es bienvenido. Incluso tienen un hospital y habitaciones para ofrecer. Todo gratuitamente. Tras ver este tipo de gestos humanitarios en primera persona, un se plantea mil preguntas.
Por cierto Pali se sorprendió que fuéramos madre e hijo. Y su halagos aún hoy siguen por Whatssap. Sospecho que le gusto. Pali es un chico de 37 años aún casado y con 2 hijos … jejejejejeje.
Nos fuimos del templo al hotel, disfrutando de lo divino y lo humano. El caos, la contaminación sabía que eran algo que vería por todas partes, en cierto modo me recordaba a otro un sitio en Cucuta, Colombia, que se llama o llamaba “La Parada”. Este ambiente me resultaba familiar, de que pequeña iba allí con mis padres hacer el mercado. Comprar al otro lado de la frontera (nosotros vivíamos en Venezuela), nos resultaba más barato sobre todo porque éramos 4 niños que alimentar. Reencontrarse con un lugar de esas caóticas características elevado a la enésima potencia y cuarenta años después, como dicen los gallegos “ É moito”.
A la hora de cenar, Pichy me llevó a un restaurante,en el tejado de un pequeño edificio. Tenía una terraza con vistas a la plaza principal del bazar, se veía el revoltillo de todo y el corral de las vacas.
Comimos muy rico, todo me gusto ,el picante perfecto, no se si sera cierto la promesa que Pichy me hizo de adelgazar unos cinco. Comiendo así…tengo mis dudas.
A la mañana siguiente sobre las 11 dejamos el hotel. Cargamos nuestras mochilas y allí fuimos. De paseo por la zona antigua de Delhi. Un lugar repleto de tiendas , llenas de saris, cada uno más lindo que el otro. Hacíamos tiempo para coger nuestro tren de 19 horas hasta Jaisalmer (pueblo que se encuentra en el desierto del Rajasthan). Llegamos a la estación con antelación, por lo que nos tocó hacer lo propio. Sentarnos en el suelo de la estación como todos esperar nuestra hora.
Nuestro tren salía desde la antigua estación de Delhi, antigua repito, algo viejo deteriorado por el paso de los años.
Cabe destacar que desde que llegue me miran mucho. Mucho, no sé, si será por los pelos, por guapa, gordita o por torpe. De todas formas esas miradas me parecen de lo más normal, si yo me encontrase en mi barrio con una india vestida de sari la miraría de la misma manera.
Esperamos sentados, pero ya cerca de la hora fuimos a buscar provisiones. Que rico! ahí va otra lemon soda con el hielito prohibido, agua y poco mas. La verdad, es que estoy a la espera de la famosa reacción estomacal. No quería ingerir mucho para no verme obligada a aliviar un apretón en el baño del tren. No sabía que podia encontrarme. Os digo, sigo estando muy feliz, sonrío solo de ponerle mis caras a Pichy.
Llegó nuestra hora, subimos al vagón tres Sleeper Class de un tren largo, muy largo. Iba con poca gente, pero esta era la estación de salida. El revisor pasó y para nuestra sorpresa nos dijo que estábamos vagón equivocado y que teníamos que cambiaron antes de las 9 de la noche. Nuestros compañeros de asiento nos dijeron que aproximadamente en una hora tendríamos tiempo de cambiarnos ya que la parada era mas larga. El tren y nuestro vagón se llenaron hasta arriba. Hasta arriba literalmente. Todos se quitaban los zapatos, pero no olían mal. Para nuestra suerte, el tiempo paso y entablamos conversación con un jovencito que leía Pilgrimage de Paulo Coelho. Vaya coincidencia para el chaval tenía la aventura del Camino de Santiago en sus manos y a nosotros, dos peregrinos a su lado. Él y su compañero se ofrecieron acompañarnos a hacer el cambio de vagón. Siddarth y Rustam eran estudiantes de ingeniería, nos insistieron en que si no nos acompañaban difícilmente lo lograríamos.
Señores y señoras, esto sólo pasa con Pichy, os lo aseguro…ufff teníamos dos minutos para bajar del tren y correr unos doscientos y pico metros. La gente bajaba con calma y el tiempo se agotaba. Además era imposible cruzar por dentro ya que unos vagones de carga y de clases más altas nos separaban. Me moría, llevábamos un niño delante y otro detrás, no quiero imaginarme como corrí con la mochila a cuestas. Llamé a Pichy y le dije no podía más y el me dio la manita y zas! a correr!. El tren pitó su partida empezó andar mientras seguimos en el andén. Oí a Pichy gritando que saltase. Me moría, entre el tren en marcha y toda confusión me agarré a los barrotes y salté como pude dentro del tren e inmediatamente me aparté para que Pichy y el chaval que venía detrás tuviesen espacio para subir. Nuestras risas eran una mezcla de nerviosismo y alegría. Lo habíamos logrado , gracias a esos niños. Estoy segura de que si no fuese por ellos nos habríamos metido una vez más en un vagón equivocado solo para salir del paso. En la siguiente parada, nuestros amigos volvieron a su vagón.
El tren me sorprendió, las camas estaban bien. El baño no muy limpio pero no olía mal, así que hice solo un pipi, que suerte mi estomago va de lujo . Nos vimos una peli del ordenador de Pichy, y a dormir, el tren ya vacío era mucho más cómodo.
En una de las ultimas paradas un toro despertó a Pichy. Estaba dormitando apoyado en la ventana y el animal sin dudarlo dos veces, metió los el morro entre los barrotes y de un lametazo en el brazo lo despertó.
Ellen Kortekaas dice
Hola Lois,
Hemos visto tu blog y nos ha gustado mucho. Queriamos saber si estas interesado en colaborar con nosotros? Si necesitas mas infromacion no dudes en contactarnos.
Gloria dice
Gracias por compartir tus vivencias, es muy ilustrativo e interesante. Las miserias y grandezas de otros mundos y culturas a través de tus ojos, !uff! me ha encantado tu relato. Estoy ansiosa por el próximo. Besos.
Marcela dice
Me encantó el relato, buen comienzo bloggera!!! Sigue así así vamos viajando con vos. «Listo». Besos a los dos!!!
Marcela Dietz dice
Maribel, Pichy ¡¡¡ Gra,cias por compartir en naerativa todo lo que esyaisviviendo, y pienso que estoy con ustedes, alli… viajando… sigue deleitandonos con lo que están viviendo.
Lupe dice
Que emoción por sus emociones!! Amiga, La Parada en Cúcuta, aún existe! No paro de reír imaginarlos corriendo con el tren! Que sigan disfrutando! Esas son las aventuras mejor vividas! Los quiero!!
Pedro dice
Que bien. Me gustó mucho la historia esperemos la continuación. Buen proseguimento del viaje!! Saludos
Jaja ya me immagino corriendo !!! Jaja
Alfonso dice
Vaya aventura! Y pensar que así lleva Pichy, jeje, tanto tiempo recorriendo el mundo… Y qué detalle de tío grande invitando a la madre. Genial!